24 de marzo | Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia
Para leer y reflexionar
El 24 de Marzo es una invitación al país a recordar. Es el
minuto de silencio pidiendo respeto,
memoria y justicia por la desaparición de miles de mujeres y
hombres. Es una marcha silenciosa
pidiendo respuestas. Es un llamado a seguir construyendo la Nación Argentina
fundada en la verdad y el respeto a los
derechos de las personas.
Aquel 24 de Marzo de 1976, la Fuerzas Armadas
protagonizaron el golpe de estado que derrocó el gobierno de María Estela
Martínez de Perón. Instauraron una forma de gobierno basada no sólo en el uso
de la fuerza sino en el avasallamiento sobre la Constitución Nacional
suspendiendo las garantías constitucionales de todos los/as ciudadanos/as de la
Nación.
Este último Golpe
cívico-militar hundió sus raíces en el Plan
Cóndor, el cual se contraponía a los "ideales subversivos" siguiendo
la línea de la doctrina de seguridad nacional, con el objetivo restituir y
restaurar “valores esenciales” como el
ser nacional, el patriotismo y los valores de la civilización cristiana.
Este Plan consistió en la coordinación de acciones y apoyo mutuo entre
las cúpulas de los regímenes dictatoriales de América del Sur cuyos miembros
activos fueron la Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay y Chile pero
también recibieron ayuda y financiamiento de los Estados Unidos, quien encabezó la llamada
“Escuela de las Américas”.
Además, se basó en una
organización clandestina internacional, cuya coordinación implicó la
vigilancia, seguimiento, detención, interrogatorios con torturas, traslado
entre países, desaparición y muerte de personas consideradas subversivos,
generalmente estas personas pertenecían a partidos políticos de izquierda,
sindicatos, estudiantes, y también artistas que expresaban a través de su arte
el descontento de la sociedad hacia el
régimen y el pedido de justicia por las personas desaparecidas durante el
terrorismo de estado.
Durante este “Proceso de
Reorganización Nacional”, la sociedad neuquina tuvo sus particularidades, si
bien compartió y vivió con el resto del país el terrorismo de Estado, por el
cual se dividió a la Nación en “Zonas de Seguridad”, y cada una de ellas – bajo
la jurisdicción de un cuerpo de ejército se dividió en dos o más Subzonas y
éstas a la vez en Áreas de Seguridad, teniendo en cuenta la extensión y
densidad poblacional. La Patagonia conformó la Zona de Seguridad 5, bajo la
órbita del V Cuerpo de Ejército a cargo del Gral. René Azpitarte, quien designó
a los interventores para gobernar las provincias, universidades y empresas
estatales dentro de su jurisdicción, durante las semanas que siguieron al golpe
del 24 de marzo. De esta manera, las provincias de Río Negro y Neuquén quedaron
unidas en su pertenecía a la Subzona 5.2 y la última fue además dividida en
seis Áreas de Seguridad, de tal manera que en ese ámbito la policía provincial
y federal, gendarmería y el personal penitenciario estaban bajo las órdenes
“operativas” del comandante de la Subzona. Ahora bien, no se produjeron en esta
provincia atentados de organizaciones armadas que permitieran “justificar” la
utilización de la “Doctrina de Seguridad Nacional” pero aun así, existieron 18
desapariciones en Neuquén Capital y un centro clandestino de detención llamado
la “Escuelita”.
Frente a esta crítica
situación nacional, el primero en reaccionar dentro de la sociedad neuquina fue
el obispo Jaime De Nevares quien, con la iglesia local, se convirtió en una
importante figura de contención, de refugio y de resistencia para aquellos que
se oponían a la política ejecutada desde el Estado nacional. Se organizaron
marchas de contenido religioso y político rompiendo con el silencio que se
imponía desde el gobierno. De Nevares no estuvo solo; a mediados de los años
‘70, cuando la represión aumentaba, con un grupo de personas se constituyó la
Asamblea Por los Derechos Humanos.
Es en este contexto que todos los ámbitos sociales se
vieron afectados, tanto a nivel nacional como regional. En lo social y
cultural, censuraron a los medios masivos de comunicación y así como
publicaciones de la más variada índole como canciones, revistas, libros e,
incluso, cuentos para niñas y niños.
A través del
Decreto 3155/77, fueron prohibidos los libros infantiles “Un elefante ocupa mucho
espacio” de Elsa Bornemann y “El nacimiento, los niños y el amor”
de AgnésRosenstiehlporque,
como decía textualmente, “se trata de cuentos destinados al público
infantil con la finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria para la
tarea de captación ideológica de accionar subversivo” y que de su análisis surge
una posición que agravia a “la moral, a la familia, al ser humano y a la
sociedad que éste compone”.
El sistema educativo estuvo marcado por la Resolución Ministerial
538/77 emitida por el Ministro de Cultura y Educación, Juan José Catalán. Establecía que se distribuyera, de forma obligatoria, el folleto titulado
“Subversión en el ámbito educativo (conozcamos a nuestro enemigo)” entre los docentes, administrativos y
estudiantes.
La política implementada por
la dictadura militar tendió al vaciamiento de los contenidos curriculares, de
manera que todos aquellos materiales didácticos, actividades y docentes que tendieran a generar en las y los
estudiantes la reflexión crítica debían ser censurados, exonerados, encarcelados,
desaparecidos o exiliados. Esto puso un freno en la democratización de los conocimientos y en
valores como la solidaridad, la libertad o la participación de la sociedad.
Hace 37 años que Argentina
vive en democracia sin interrupciones. En este
día, es necesario construir una memoria reflexiva sobre lo que pasó en la
última dictadura militar.
El dolor, el recuerdo,
la tristeza de todo lo que perdimos, no puede permitir que se olvide de
todo aquello que ganamos. Es importante construir y caminar sobre los
fundamentos que nos han dejado las lecciones aprendidas y luchar para seguir
edificando una sociedad cada vez más justa, igualitaria y libre.
Ganamos libertad, fortaleza y memoria.
Ganamos derechos y responsabilidades.
Ganamos música, libros y poesía.
Ganamos clases y escuelas.
Pero sobre todo, ganamos el derecho intrínseco, nuestro y
propio, de poder decir juntos y a una sola voz: NUNCA MÁS.
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